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lunes, 12 de noviembre de 2012

Capítulo 3 Peeta

Este capítulo es más largo para recompensaros el otro, esperamos que os guste.

Effie pronuncia mi nombre, no se que sentir ya que, por un lado voy a morir pero por otro voy a estar con ella. Mientras subo al podio intentando guardarme mis emociones, me juro a mi mismo protegerla con mi vida, para salvar la suya.

Después de que Effie pida voluntarios -nadie se presenta- Katniss y yo nos damos la mano. Ella está tensa y evita mirarme. Yo no se como estoy, pero por un lado estoy contento, ya que es la primera vez que la toco. Entonces ella me mira y enseguida aparta la vista.   No sé si me reconocido pero eso me gustaría. ¿Recordará ese día bajo la lluvia? -pienso-. Seguro que no, pero yo si lo recuerdo, al igual que todas las miradas a lo largo de los años en las que los dos apartábamos la vista.  

Uno de los momentos que recuerdo, fue unos días después de la explosión de la mina, una tarde mi madre escuchó un ruido fuera, fue a ver que era, yo salí detrás de ella y la vi, Katniss, estaba muy delgada y empapada. Mi madre me empujó a dentro y me dijo que siguiera horneando, pero yo vi como Katniss se derrumbaba. Tuve una idea y metí dos barras de pan al fuego. Mi madre me vio y sin previo aviso me pegó tan fuerte en la cara que no pude evitar que un par de lágrimas corriesen por mis mejillas mientras ella sacaba del fuego las barras de pan, intentando salvarlas, pero estaban demasiado quemadas. Gritándome, me obligó a darle el pan a nuestro cerdo, y  salí al patio trasero.

La lluvia helada me empapó enseguida y refrescó un poco el dolor de mi mejilla, pero apenas me importó. Ella seguía allí, me miraba. Empecé a arrancar las partes quemadas y a tirarlas al comedero. Oí que llegaba un cliente a la tienda y mi madre se fue para atenderle. Miré una vez más hacia la puerta para asegurarme de que no estaba mi madre y arrojé las dos barras de pan en dirección a la chica, sin atreverme a mirarla si quiera, aunque si llegué a ver cómo ella recogía el pan y se alejaba corriendo.

Desde entonces, nos hemos cruzado un par de veces, aunque nunca me he atrevido a hablarle, y cada vez que ella me pillaba mirándola y yo apartaba la vista, me maldecía a mi mismo por mi cobardía. Ahora supongo que ya no tendré oportunidad de decirle que estoy enamorado de ella, debido a que nos van a lanzar a un campo de batalla en el que debemos matarnos entre nosotros. Vuelvo a la realidad. Acaba el himno de Panem y nos llevan al Edificio de Justicia. Nos llevan a una habitación donde nos dan dos minutos para despedirnos de amigos y familiares.

Se habré la puerta, entra mi madre. Ella, que digamos no es muy cariñosa, el único contacto que tengo con ella es cuando me pega, ya he asumido que no me quiere.  Nos quedamos la mayoría del tiempo callados y se nota que estamos incómodos. En un momento dado pregunto que dónde está papá. Al poco rato viene, me dice que puede que lo consiga.

Un agente de la paz viene a avisarnos de que se nos acabo el tiempo. Mi madre me da un beso en la mejilla que se siente extraño porque es el primero que me da en mucho tiempo. Entonces me mira y me dice -Quizá el distrito 12 tenga por fin un ganador este año- Me sorprende que mi madre piense que valgo para algo. Cuando están saliendo por la puerta la oigo murmurar -Esa chica si que tiene posibilidades-. Y  hay cambia mi punto de vista.

Después, entra Delly, corre a abrazarme. Se nota que se le caen las lagrimas y ahora que me doy cuenta de que a mi también. Delly es mi mejor amiga desde la infancia. A ella no la puedo mentir, asi que la digo que nos tendriamos que despedir bien, ya que va ser para siempre. Entonces dice:

-La vas a proteger ¿verdad?, a Katniss- Y yo asiento porque ella es la única que sabe quién es la persona de la que llevo enamorado desde pequeño.

-Entonces tienes que hacer que consiga patrocinadores-Cuando dice esto está intentando sonreír pero no puede, se vuelve a echar sobre mi hombro.

Vuelve a entrar mi padre, me da unos papeles arrugados. No tengo tiempo de ver lo que es porque entonces me rodea torpemente con los brazos y he de reconocer que su abrazo me reconforta un montón.-Te quiero, hijo-murmura, y antes de que yo pueda contestarle, se da la vuelta y se marcha. Creo que se ha ido tan precipitadamente porque no quería que le viese llorar y entonces me doy cuenta de que yo también estoy llorando.

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