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viernes, 24 de mayo de 2013

Capítulo 6 Gale



  -¡Gale! Gale despierta - Esta vez abrir los ojos me cuesta más, pero al hacerlo desaparecen los puntitos blancos que antes se agitaban por todas partes y aparece la  preocupada expresión de Madge.

   -¿Qué..? ¿Cómo..?

  -Shhhh ¿Estás bien? -Estoy apunto de responder que sí cuando recuerdo algo de... mi pierna.
Como si se hubiera encendido un interruptor, un dolor penetrante me hiere y siento toda la pierna fuera de su sitio, cada músculo, cada hueso. A penas sin aliento consigo decir:
   - L-la-la pierna -Madge baja la mirada y cuando ve mi pierna doblada por la mirad se pone pálida.

   - Vamos a casa. Me-jor a casa -su falta de experiencia me hace sonreír, y sé que no está preparada para lo que va a tener que hacer ahora, pero tiene que hacerse.

   - Madge -

   - Gale -

   - No puedo andar así -

   -¿Qué? Pero yo... yo no puedo... -

    - Venga, te necesito -digo con una sonrisa que espero que la calme, pero lo único que hago es ponerla más nerviosa.

     - Vale -respira- ¿Qué tengo que hacer? -esta es la parte complicada. Poner el hueso en su sitio.

 Mierda.

     - Pues... Hacen falta dos ramas rectas, y... una cuerda... -y una sartén para darme en la cabeza y que no tenga que sentirlo.

      - Vale. Vale. Ahora vengo -
En unos 15 minutos está aquí otra vez y se sienta a mi lado, me mira esperando que diga algo.

Mientras pienso como decirlo, me agarro, bueno, más bien abrazo, al tronco del árbol y cojo aire- Tienes que tirar de la parte rota a la vez que lo empujas hacia su sitio -me gustaría ver la cara que ha puesto pero tengo los ojos cerrados y no pienso abrirlos.

     -Ehhhhh -siento su mano temblar al sostener mi pierna y grito al notar el tirón seco que da.
Vale. Gale. Ya pasó.
Abro los ojos y veo que, al menos está en su lugar. Luego miro a Madge que, a su vez, mira el suelo. Más o menos, porque todo da vueltas.

     - Gracias -digo, y sonrío.

     - Nada, ¿ahora qué? -.

     - Solo atar los palos a ambos lados de la pierna para que no se mueva -.

     - No encontré nada parecido a una cuerda -dice mientras coloca, más o menos, las ramas en su lugar.

     - No importa -digo, buscando una flecha por el suelo. Cuando la encuentro corto un trozo de la parte inferior de la camisa y luego lo corto por la mitad, de modo que queda de casi tres metros de largo. Le doy el trozo de camisa y ella lo enrolla al rededor de mi pierna.

     - ¿Ya podemos ir a casa? -dice cuando termina, algo molesta pero sonriendo.

     - Sí, ya podemos -respondo devolviendole la sonrisa.


No tiene  mucha fuerza pero, a duras penas y agarrándome al árbol conseguimos levantarme sin que me desmaye otra vez. Cuando llevamos recorrida la mitad del camino hasta la verja  me surge la duda de cómo despareció el oso que casi me mata, y qué hacía ella allí. Así que se lo pregunto.

     - Pues yo... -duda al responder- digamos que me ayudaron un poco -.

     - ¿Te ayudaron? ¿Quién? -no responde, ni tampoco habla hasta que llegamos a la valla, en la que ella pasa primero y después yo me echo al suelo y Madge me arrastra. Repetimos la operación anterior, solo que esta vez apoyándome en una verja de metal, hasta que vuelvo a estar de pie.

No pregunto a donde vamos, aunque lo descubro cuando veo que me lleva por la dirección opuesta a la Veta. Tardamos mucho en llegar a su casa porque tengo que ir a la pata coja, apoyándome en Madge y en cualquier cosa que halla por el camino.

Cuando estamos allí llama a la puerta e inmediatamente un hombre trajeado abre la puerta y, tras quedarse algo pasmado, nos ayuda a llevarme a una estrecha habitación, en esa misma planta, con las paredes verde claro y una gran ventana, oculta tras cortinas blancas con adornos verdes.
También hay una pequeña mesilla con una antigua lampara y una cama de blancas sábanas.

Me tumban encima y el pelirrojo hombre le susurra algo al oído a Madge y esta asiente. Ambos salen de la habitación, pero Madge vuelve inmediatamente con una silla y se sienta a mi lado.

Abre la boca para decir algo, pero se lo piensa mejor y no dice nada.

      - ¿Qué? -digo, ella sonríe.

      - Nada -.

      - Ya, seguro -.

      - Que era una tontería -.

      - Lo que tú digas -.

El hombre de antes, interrumpe nuestra patética conversación y mira extrañado a Madge.

       - Señorita Undersee, tiene que retirarse para que podamos ayudar a su... amigo.

       - Claro, ya me iba -dice saliendo por la puerta, pero antes de desparecer se gira y me guiña un ojo.

Que extraña es esta chica.
   



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